lunes, 4 de febrero de 2013

PALESTINA: Una oveja del valle del Jordán: "Si lo sé me hago colona"


(AVISO: Sé que la longevidad de las ovejas es de 18-20 años, por lo menos de las que no son palestinas, pero no seáis aguafiestas y ¡echarle imaginación!)

Hola, soy una oveja y mi dueño es palestino y nómada. Bueno, lo primero lo sigue siendo, para mi desgracia, pero lo segundo lo era, algo que tampoco mejora las cosas. Entre el 48 y el 67, cuando nos dirigía Jordania, vivíamos los seis meses más fríos en el Valle del Jordán y los seis más cálidos en las colinas del sur de Hebrón; es decir: nuestros dueños nos llevaban a donde había agua.

Pero después de que Israel invadió Cisjordania en el 67, a humanos y animales palestinos nos prohibieron desplazarnos. Mala suerte: coincidió que cuando lo decidieron nos pilló en el Valle del Jordán.

Para finales de los 60 el valle se convirtió en un área militar cerrada controlada por el ejército israelí, quien pensó que era el lugar perfecto para realizar ensayos y maniobras militares. Queríamos que nuestros dueños nos sacasen a pastar, pero desde entonces sólo nos pueden llevar a no más de 500 metros del antiguo canal de agua jordano que cruza las tierras. La buena noticia es que en verano, cuando hace 50 grados y no hay agua ni pastos, podemos movernos libres a donde queramos. El resto del tiempo el lugar se convierte en reserva natural israelí; por eso, en invierno procuramos no comer mucha de esa hierba; si la policía nos ve, detienen a nuestros dueños. Y aunque no seamos las que más suerte hemos tenido con nuestros dueños, cualquiera se arriesga a intentar sobrevivir sola en este secarral lleno de campos minados. Si por lo menos Israel quisiera entregar los mapas que sitúan las 200.000 minas que hay en este valle… pero no quiere, y tiene sus razones: “razones de seguridad.”

Una vez en los 80, nuestros dueños decidieron dejar temporalmente el área de Ras al Ouja, donde vivimos, y llevarnos a Samra, en el norte del Valle, para buscarnos agua. Los israelíes se enfadaron tanto que nos secuestraron a mí y al resto de ovejas y nos llevaron a un asentamiento. Pasamos miedo, pero nos quedamos asombradas al ver agua por todas partes, césped, ovejas que se pegaban la vidorra… Otra vida era posible… Para volver junto a nuestros pastores, estos tuvieron que pagar 10 dinares (diez euros) por cada una de nosotras.

No nos habíamos recuperado aún del susto cuando de pronto empezamos a ponernos enfermas. Según entendimos, Israel cavó pozos de gran profundidad para surtir de agua a los asentamientos, y al hacerlo, sacó sal a la superficie, que acabó en el canal jordano, que es del que nosotras bebemos. Antes odiábamos el verano, pero ahora lo preferimos, porque el canal se seca y nuestros dueños se ven obligados a comprar bidones de agua. Les salen caros, pero por lo menos no nos envenenamos. –Por si no os lo había contado antes, en los poblados tampoco tenemos agua ni electricidad; Israel no nos lo permite.-

Peor están mis primas del norte, las de la zona de Al Maleh. Si nosotras nos estresamos con los cazas volando a baja altura, allá el ejército ensaya directamente con tanques y artillería real porque, según explicaron los soldados a los pastores, la zona es perfecta para realizar maniobras porque se parece al sur de Líbano. Cuando esto sucede, sus dueños las encierran en los corrales, hechos de metal, y ellos se resguardan en tiendas de campaña. Al igual que a nuestros pastores, no se les permite construir nada que implique cemento.

A mí la hierba palestina y la hierba israelí me saben igual. Pero por alguna razón, la israelí no la podemos comer. El caso de mis primas es más complejo, y me cuesta aclararme. Parece ser, según me cuentan, que la mayoría de las tierras en las que pastan son propiedad de la iglesia latina palestina. “Pero entonces, la podéis comer, ¿no?”, les pregunto. Ellas me dicen que no, “porque estamos en área C, control israelí, y cada vez que lo intentamos los soldados piden a nuestros dueños los papeles que demuestren que la iglesia nos ha dado permiso para pastar ahí. Y por lo visto no nos ha dado ninguno. Los pastores han ido a pedirles que les alquilen las tierras, que les den permisos, algo, para que las ovejas no corramos peligro de muerte cada vez que salimos a pastar. Pero nada. Y alquilar las tierras no debe de ser algo imposible para la iglesia latina, porque ya hace tiempo alquilaron una parte a Israel para que montase una base militar.”

Hace poco me encontré con una oveja de un asentamiento, y ya me puse borde, y le dije: “Oye, ¿por qué tus dueños quieren que los nuestros se vayan de aquí?” Ella me dijo: “Es por vuestra seguridad. Aquí se hacen ensayos militares y en una de esas os pueden matar.” Se debió de pensar que soy idiota. “Pues entonces vosotros también deberías largaros”, le contesté toda digna. A ella le dio la risa. No se molestó ni en contestarme. De vuelta a mi triste poblado de agua envenenada, pensé: “No, si la idiota soy yo. Para la próxima me hago oveja colona.”

1 comentario:

  1. Con perdón de las ovejas, yo creo que los de la raza humana balan más de lo que hablan...

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