Un
análisis de las elecciones israelíes que, a juzgar por los pocos cambios que se
prevé que traigan, voy a hacer más bien rápido:
El Likud
de Benyamin Netanyahu y el Yisrael
Beitenu de Avigdor Lieberman, los mismos que ya gobernaban antes, han vuelto a
ser los más votados, por lo menos en bloque, aunque han obtenido 11 escaños
menos que la última vez. El Kadima de Livni, que fue el segundo en 2009, ha
desaparecido del mapa.
La
mayoría de los votos perdidos por Netanyahu y Lieberman se corresponden con los
de colonos que han optado por apoyar al Habayit Hayehudi de Naftali Bennett,
que dice claramente que lo que hay que hacer con Cisjordania es anexarse el
área C que Israel controla (osea, el 70%) y convertir el resto en reservas; algo que muchos piensan
pero no dicen.
Los
votos perdidos de Kadima han ido a parar al laborismo y, sobre todo, al ‘Hay
Futuro’ de Yair Lapid, que vendía reformas sociales y económicas y, promesa
estrella, igualdad para los ultra ortodoxos a la hora de hacer el ejército.
Posibles
coaliciones:
Netanyahu
y Lieberman se alían con los ultraortodoxos, es decir Shas y United Torah, sumando
49 escaños entre todos. Otros partidos de derecha entrarían en la coalición
para llegar a los 61 asientos necesarios para gobernar. Resultado: misma
situación que en los últimos cuatro años. Consecuencias para Palestina: más de
lo mismo.
Netanyahu
y Lieberman se alían con Bennett y Lapid, estos dos últimos ya en
conversaciones. Una extraña coalición teniendo en cuenta que, de acuerdo con su
programa electoral, Lapid es de centro izquierda. Pero sumarían 62 escaños, una
buena mayoría de partidos que podrían sacar adelante algún arreglo para que los
ultra ortodoxos participen en el ejército o por lo menos cumplan un servicio alternativo.
Si United Torah no entra en la coalición, Shas podría hacerlo, argumentando –como
de hecho hace- que no se puede (o no se debe) llegar a ningún acuerdo sobre los
ultra ortodoxos y el ejército sin contar con ellos. Resultado: el tema de los
ultra ortodoxos sería tratado y centraría la atención de los israelíes frente a
otros asuntos; y si Lapid es nombrado ministro de exteriores, el escaparate
frente a la comunidad internacional (comparado con el que ofrecía el ex
ministro ultra derechista Lieberman) mejoraría bastante. Consecuencias para
Palestina, teniendo en cuanta que Bennett formaría parte del gobierno y que
Lapid sería el único de centro izquierda pero tiene otras prioridades antes que
Cisjordania y Gaza: más de lo mismo.
Entre
los palestinos, desinterés. Varias veces pregunté a gente de a pie, no
relacionada con la política o el activismo, sobre las elecciones. La respuesta
más común: “Pues no sé… ¿cuándo son?”
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