sábado, 3 de marzo de 2012

PALESTINA: Un estado palestino en las fronteras de lo que un soldado israelí esté dispuesto a hacer

Habíamos quedado en una cafetería de uno de los barrios más bohemios de Jerusalén, y él apareció por la puerta sonriente y con la mano extendida. Era el día después del 5-0 del Barça al Real Madrid y Yehuda Shaul, director de la organización israelí Breaking the Silence (soldados que revelan lo que hicieron mientras servían en los territorios palestinos ocupados), y por lo visto también fan del Barça, efectuaba su entrada a la cafetería emulando a Piqué tras la goleada. Shaul es joven, sociable, divertido. Difícil que no te caiga simpático. Aunque arrepentido de sus pecados de sus tiempos de soldado, pudo ver cómodamente el partido del Real Madrid contra el Barça en su salón porque vive en Israel; en muchos otros países del mundo habría tenido que escuchar el partido en la radio desde una celda porque habría sido acusado de crímenes de guerra.

               Yehuda Shaul, ex soldado y director de Breaking The Silence



Tras varias preguntas y respuestas sobre el nuevo libro que Breaking the Silence iba a publicar, empezamos a hablar de él y de su experiencia como soldado en Hebrón y Ramallah durante la Segunda Intifada, que es cuando le tocó servir. “El problema no es que fuésemos un ejército; el problema es que somos un ejército de ocupación”, aclaraba. “Si ocupas un territorio que no es tuyo, lo normal es que la gente mantenga permanentemente una actitud hostil hacia ti. Esta circunstancia, sumada a que tienes 18 años y lo único que te han enseñado  de los árabes es que quieren matar a todos los judíos y echarnos al mar, hace que la única forma de hacer tu trabajo y de subsistir en territorio palestino sea una muy cruel.”
Y pasaba a los ejemplos gráficos.

“Íbamos un día en nuestro jeep patrullando por Hebrón en plena Segunda Intifada y vimos en el suelo una bolsa de basura que bien podía ser una bomba. Teníamos tres opciones: la primera, disparar desde lejos a la bolsa; si era una bomba, explotaría. La segunda, llamar a los artificieros, que para eso los tenemos, y que lo averigüen ellos. La tercera, obligar a cualquier lugareño que cruce por allí a que coja la bolsa y la agite para ver si explota. ¿Qué crees que hicimos? Por supuesto la tercera opción. Horrible, ¿verdad? Ahora pensemos de manera práctica, al modo de un ejército de ocupación en territorio palestino: éramos un pequeño grupo de soldados en una ciudad de 150.000 habitantes hostiles hacia nosotros. Si se corre la voz de que los soldados están usando a civiles para comprobar si las bolsas de basura son bombas, ¿crees que pondrán más o menos bombas contra nosotros?”

“Y así sucede con todo”, continuaba.

“Estás controlando un check point junto con otros dos compañeros. Al otro lado, unos 300 palestinos esperando a cruzar. ¿Cómo consigues controlar semejante superioridad numérica? Pues a base de asustarlos, de tirar bombas de sonido a los pies del que se sale de la línea, de gritarles, de insultarles y de dar una paliza a uno de cada 20 para que los demás lo vean y se comporten.”

“Dos novatos llegan al grupo de soldados del que tú estás al mando y acabas de recibir una orden de ir a arrestar a un terrorista (no se cuestiona si lo es o no), a un barrio palestino problemático. ¿Te vas a arriesgar a realizar la operación con dos novatos asustados que pueden poner en riesgo tu vida? No. Primero los entrenas y te aseguras de que saben lo que hacen. ¿Cómo? Pues usando cualquier casa palestina al azar donde no existe peligro para entrenar a los novatos, entrando en ella, registrándola, destrozándola, llevándonos a alguien arrestado sin motivo alguno, interrogándolo y luego soltándolo al cabo de unas horas”.


          Manifestación en la población palestina de Bil´in contra el recorrido ilegal del muro. 
        Arriba: el ejército rocía a los manifestantes con agua química primero, 
        con gas lacrimógeno después. Abajo: los manifestantes y una ambulancia 
         quedan atrapados en la nube de gas


Hacía poco se había armado bastante revuelo (en Israel y en el exterior) con unas fotos que una soldado había colgado en Facebook, en las que se le veía sonriente delante de palestinos maniatados y con los ojos vendados. Le pregunté también sobre ello.

“El gobierno saca un caso de estos de vez en cuando y los protagonistas se convierten en chivos expiatorios. Quieren hacer ver que se preocupan de que el ejército sea moral, y que cuando hay “excepciones no morales” se ocupan de ellas y las castigan. Pero esos abusos y otros mucho peores los hemos hecho todos los que hemos pasado por el ejército. Se te da poder total para hacer lo que quieras y después de pasar un par de años tratando a los palestinos como si fuesen basura, te acostumbras. El resto del mundo ve como una barbaridad esas fotos con palestinos detenidos y soldados sonrientes, pero para nosotros es lo más normal, el pan nuestro de cada día.”

En este sentido, Shaul recuperó el experimento sociológico que un colega suyo quiso hacer delante de una cámara:

“Casi 10 años después de terminar el servicio militar, mi colega propuso a sus 10 compañeros del ejército juntarse para verse las caras de nuevo y saber qué tal le iba a cada uno. Se juntaron en un parking al descubierto a las afueras de Tel Aviv y montaron una barbacoa. El uno se había casado y tenía dos hijos, el otro era mecánico, el otro fue a la universidad y era arquitecto… Vidas de lo más normal; todo el mundo sonreía durante la barbacoa y estaba emocionado de ver a sus compañeros. Terminada la comida, mi colega les propuso recordar los tiempos en los que registraban casas en Hebrón, y trajo  una caja de la que sacó 10 palos de madera tallados en forma de armas. Señaló varias líneas blancas pintadas en el suelo y dijo: “Estos son los límites de la casa”. En ese momento puedes ver cómo a todos les va cambiando la cara según van cogiendo los palos de madera. Sin recibir ni una sola instrucción más, cada cuál ocupa mecánicamente su lugar, se mete en el papel y la casa ficticia es registrada con el equipo actuando en perfecta sintonía… 10 años después.”

Según Shaul, “hemos sido como CDs donde se han grabado los programas que teníamos que utilizar para actuar, y somos máquinas. Ahora llevamos vidas normales pero el hardware se nos ha quedado instalado. A mí me dices ahora mismo que me ponga el uniforme y dirija a un grupo de soldados para ir a atacar a un barrio palestino y podría hacerlo sin pestañear. Eso se queda para siempre”.            

Tanto Shaul como los otros miembros de Breaking the Silence tratan de explicar a su propia población que “un ejército de ocupación no puede ser moral nunca por su misma naturaleza. Los ocupados van a resistir siempre, porque es lo que haríamos nosotros también a la inversa, y para aplacar esa resistencia hay que emplear los métodos más crueles posibles. Si el gobierno israelí quiere mantener un ejército de ocupación, de acuerdo, pero entonces deberá asumir que no es moral y por tanto deberá escuchar y aceptar las cosas que hemos hecho a los palestinos en su nombre”. 

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