martes, 28 de febrero de 2012

SIRIA: RAMI JARRAH - ALEXANDER PAGE, activista sirio




“Assad es listo y aprendió de otras revoluciones. Su aparato de propaganda está preparado para cualquier cosa”

“El CNS apostó por sanciones contra Siria en la ONU. Pero China y Rusia lo vetaron y eso les ha debilitado y deslegitimado”

“El problema es que el régimen tiene aliados fuertes. Puedes aislar a Irán, pero no es realista aislar también a Rusia y a China”

“Habría que armar a la oposición. No es una opción muy positiva, pero Assad no nos ha dejado opciones positivas”


Rami Jarrah se unió a las manifestaciones de Damasco contra el régimen desde el principio, en marzo del año pasado. Se había prohibido la entrada de periodistas al país, por lo que Rami decidió que había que crear un canal de información. Se abrió una cuenta de Facebook y otra de Twitter con el nombre de Alexander Page y con este pseudónimo contactó con medios exteriores para contar lo que sucedía, entre otros Al Jazeera y la BBC. Fue detenido y sometido a tortura por las fuerzas sirias, y poco después se vio obligado a huir del país con su mujer y su hija cuando supo que la inteligencia siria había descubierto su identidad real. Me contaba en noviembre en El Cairo, donde vive ahora, que se sentía culpable porque no todo el mundo tenía la oportunidad de huir, y que por eso había creado una página en Facebook para que los que arriesgaban sus vidas para grabar vídeos y tomar fotos de lo que sucedía en el interior de Siria pudiesen descargarlas y ser reconocidos en lo posible. Me decía también que una intervención extranjera tenía sus problemas, pero que era la única salida para detener la matanza de Al Assad contra su población. Desde entonces hasta ahora se ha mantenido en contacto con multitud de activistas en el interior de Siria y con varios miembros del Consejo Nacional Sirio. Hace dos días hablé con él:

¿Sigues pensando que una intervención extranjera sería útil?
No, ahora ya no. El aparato de propaganda del gobierno está surtiendo mucho efecto y ha hablado desde el principio de una conspiración extranjera y dice que en Homs, que se mantiene sitiada, está tratando de reducir a comandos terroristas. De hecho, la televisión estatal ha llamado a la conferencia de “los amigos de Túnez” “la conferencia de los amigos de Estados Unidos”. Si la comunidad internacional interviene, especialmente ahora que Estados Unidos es uno de los más críticos con el régimen de Assad, la intervención le daría la razón a los ojos de los sirios que siguen esa televisión. Muchos sirios que viven fuera de los lugares con problemas, siguen creyéndole.
¿Qué opinas del referéndum para la nueva Constitución?
Es una farsa propagandística que también ha servido a Assad para demostrar que el régimen puede llevar a cabo reformas por sí mismo sin la “interferencia imperialista”. Habla de multipartidismo y de libertad…. Todo mentira. En Siria no te puedes manifestar y punto. Y si un día nos podemos manifestar, el régimen puede colocar tranquilamente una bomba en medio y luego decir que han sido terroristas, que atacan a todo el mundo, que él tenía razón, y mucha gente le creerá. Assad es listo, aprendió bien de otras revoluciones y lo tenía todo pensado, tiene recursos para cualquier cosa que pase.
¿Crees que la conferencia de Túnez será positiva? ¿Qué piensan los activistas en Siria?
No nos importa ya nada la política. Después de un año no ha servido para nada, y desde luego la gente no tendía demasiadas esperanzas en la Conferencia de Túnez. Si no pueden poner presión en Irán, ¿para qué nos sirve?
Te has mantenido en contacto con el Consejo Nacional Sirio (CNS) todo el tiempo, ¿están siendo eficaces?
El Consejo Nacional Sirio debería haber sido el representante del pueblo sirio, pero ha pasado demasiado tiempo y con todo lo que ha pasado hay divisiones internas y además están surgiendo otros grupos que también quieren representarnos. El CNS ha cometido muchos errores, el primero de todos irse directamente a Naciones Unidas a pedir sanciones sobre Siria. Entonces Rusia y China vetaron y el CNS quedó muy debilitado. Era su apuesta y no consiguieron nada. La gente empieza a no sentirse ya representada por ellos.
¿Qué deberían haber hecho?
El problema es que el régimen tiene aliados. Y aliados muy fuertes. Rusia, China e Irán, que a la vez tienen intereses compartidos entre ellos. Deberían haberse dejado la piel en negociar todo lo posible con China y con Rusia sobre algún tipo de idea que pudiesen aprobar en Naciones Unidas para poder dar pasos hacia adelante. Irán nunca se va a poner de parte de la Comunidad Internacional porque es el principal aliado de Siria, pero se le podría aislar. Lo que no es realista es tratar de aislar a Irán y a dos potencias como Rusia y China con capacidad de veto. Ahora el CNS ha perdido mucha legitimidad y está muy debilitado.
¿Qué opinas de la intervención de la Cruz Roja Internacional (CRI), que ha tratado de negociar con el régimen el rescate de civiles y la creación de corredores humanitarios?
La Cruz Roja ha mentido. Dijo que había rescatado a 20 y pico civiles y no era verdad, no pudo entrar en Homs. Las ambulancias que entraron eran de la Luna Creciente Roja de Siria, y ni uno ni otro pueden entrar en Homs sin la autorización del régimen. LA CRI publicó un comunicado diciendo que el régimen de Assad “se estaba mostrando muy cooperativo”, pero no es cierto. No pudieron ni pueden hacer nada, y como no tenían nada que decir, pues dijeron eso.
Entonces, ¿qué debería hacerse ahora?
Habría que armar a la oposición. No es una opción que defendiese al principio, pero ahora no veo otra manera. La gente está muriendo, no tiene cómo defenderse, y si la oposición obtiene armas y se vuelve fuerte, sería la manera de que muchos soldados de Assad desertasen de manera masiva, lo cual inclinaría la balanza en nuestro favor y detendría los crímenes del régimen. También tiene su lado negativo, porque no queremos que la gente se mate entre ellos, ya que estas manifestaciones contra el régimen empezaron de manera pacífica. Además, Assad ha puesto mucho esfuerzo en dividirnos a todos y presentar el conflicto como un conflicto sectario, así que correríamos el peligro de darle la razón a ojos de algunos. Pero es que Assad tampoco nos ha dejado demasiadas opciones positivas, y la gente sigue muriendo sin que la comunidad internacional pueda hacer nada. 

jueves, 23 de febrero de 2012

PALESTINA: ¿De qué habla una cuadrilla palestina mientras toma algo antes de salir de fiesta?


Una noche, un grupo de amigos palestinos y yo nos fuimos a tomar algo antes de unirnos a un karaoke que se celebraba en un local de Belén. El lugar de encuentro elegido para tomar unas cervezas fue la carretera de Cremisan, a las afueras de la ciudad y al pie de un valle verde, que dentro de poco será cerrada al acceso de palestinos debido al muro, para disgusto de mis amigos. Del otro lado quedarán esas tierras a las que sus dueños palestinos no podrán acceder y que, con el tiempo, seguramente perderán. Se ha vuelto tan normal... En este caso, este valle también es el sitio donde estos amigos, al igual que la mayoría de betlemitas, se escondieron para fumarse sus primeros cigarros y para juntarse clandestinamente con sus primeros ligues y poder estar a solas, lejos de los siempre ojos curiosos de los vecinos. 
H nos comunicó que se iría pronto, y W le dijo: “¿Por qué? ¿Tienes toque de queda? ¡Ya no estamos en la Segunda Intifada!” Y de esta forma salió el tema. La mayoría de las personas con las que estaba nacieron en algún momento de la Primera Intifada, y cuando estalló la Segunda Intifada, les pilló en los primeros despuntes de su adolescencia.

“Mi familia decidió mudarse de casa porque estábamos en primera línea frente al asentamiento y los colonos no paraban de dispararnos.”

W contesta: “Sí, al principio de la Segunda Intifada a nosotros nos pasaba lo mismo, vivíamos al lado de una base militar israelí y cada dos por tres había tiros. Un día oímos ruidos fuera y mi hermano pequeño y yo nos asomamos por la ventana a ver qué pasaba. Mi madre apareció en el salón gritando que nos apartásemos de ahí, y justo cuando nos agachamos, dos balas pegaron en la pared justo al lado del marco de la ventana”.

Se vuelve a F y le pregunta: “¿Y a dónde os mudasteis?”

F responde como si estuviese contando un chiste: A la parte alta de Belén, al lado del Palacio de Arafat.

Los demás sueltan una carcajada. Todos se acuerdan de que el Palacio de Arafat fue bombardeado hasta los cimientos con la intifada ya avanzada. La familia de F se volvió a mudar, esta vez a una de las calles principales de Belén, en donde vive hasta hoy. Pero al poco tiempo de instalarse, la construcción del muro alcanzó la calle y ahora tiene la pared de hormigón de nueve metros de altura y una torreta de seguridad a 30 metros de la puerta de su casa. “Y aquí nos quedamos. A saber dónde acabamos si nos mudamos otra vez”, bromea.
Pero también recuerda, a pesar de todo, buenos momentos:

“Mi madre era profesora y mi padre estaba en la cárcel por activismo contra la ocupación”
“El mío también”, interviene H.
“Y mi madre se tomaba muy en serio la educación, y no quería que perdiésemos cursos por culpa de los toques de queda, así que juntó a todos los padres del edificio y los dividió por materias: si uno era contable, enseñaría matemáticas. Si otro había viajado al extranjero, enseñaría inglés… Y entre todos montaron un horario de clases. Así que todos los niños del edificio nos pasábamos el día de piso en piso, con los padres como profesores, y lo recuerdo como lo más divertido del mundo. De hecho, hasta me dio pena cuando tuve que volver al colegio…”

W le sigue:

“Sí, ya sé a qué te refieres. Al principio las batallas eran en la puerta de mi casa por culpa de la base militar, pero luego los soldados tomaron el barrio y la batalla bajó más abajo. Ya no había tiros en el barrio porque estaba invadido, y por eso nos dejaban salir dos horas al día a aprovisionarnos de lo que pudiésemos. El resto del tiempo, toque de queda permanente. Los vecinos decidieron hacer algo para no morirnos del aburrimiento y que los niños no estuviésemos todo el día mirando al techo, así que se empezaron a programar barbacoas cada día en casa de alguien y todos llevábamos comida. Los niños nos juntábamos y, para unas horas que teníamos, los padres aplicaban manga ancha a nuestras gamberradas. Al final acabábamos todos durmiendo en casa de todos. Yo no me enteraba de mucho porque era pequeño. Solo sabía que cuando el ejército entraba en el barrio no tenía que ir al colegio y me juntaría con los otros niños vecinos, así que miraba por las noches por la ventana, y cuando veía los tanques venir, iba corriendo a despertar a mi padre y le decía: “¡Papá papá! ¡Que vienen los tanques! ¡Mañana barbacoa!”

T, una chica palestina de la cuadrilla, interviene:

“Cuando el lío se fue de tu barrio, bajó hasta el mío. Cada vez que la cosa se relajaba un poco y se levantaba el toque de queda por unas horas, mi madre corría para conseguir la comida necesaria para afrontar otra temporada encerrados, y mi hermana y yo salíamos en dirección al videoclub, donde nos alquilábamos las películas de 20 en 20. (Cómo son los videoclubs en Palestina es para un capítulo aparte). Entonces no había internet. Me pasé 3 años encerrada en casa con las persianas bajadas, mirando la tele”.

También surgieron anécdotas surrealistas, rescato la contada por H, que era un poco mayor:

“Yo también vivía cerca de la base militar y, un día más o menos tranquilo, mi padre y mi tío decidieron que el toque de queda ya les había aburrido suficiente. Cogieron sus escopetas de perdigones y subieron al tejado a cazar pájaros, pensando que el ruido de los otros tiros se confundiría con los suyos. Pero los soldados israelíes se dieron cuenta. Cuando mi padre y mi tío vieron al jeep venir a toda velocidad carretera abajo, salieron corriendo por la puerta trasera a casa de un vecino con las escopetas. Yo estaba aún durmiendo porque el día anterior me había ido tarde a la cama, y me despertaron los golpes de los soldados en la puerta. Salí corriendo en pijama a abrir, los soldados me apartaron y entraron en tromba en casa preguntando: “¿Dónde están las armas?” Yo no tenía ni idea de qué me estaban hablando, y les dije que no tenía armas, que estaba durmiendo. Uno de ellos me dijo que saliese el jardín y el resto subieron al tejado. “¿Puedo por lo menos coger una cerveza de la nevera?” le dije al soldado. El soldado, sorprendido, me dijo: “¿Pero vosotros bebéis cerveza?” Y yo le dije: “Yo sí. ¿Quieres una?” El soldado la aceptó y me acompañó al jardín sin dejar de apuntarme. Al cabo del rato le dije: “Oye, en el tejado no hay nada, ¿qué hacen tus colegas ahí arriba?” El soldado pensó un momento, y luego se levantó y me dijo: “Vamos arriba, tú delante”. Yo le pregunté: “¿Les subimos unas cervezas?” Cogimos varias cervezas y subimos por la escalerilla al tejado. Cuando los soldados me vieron aparecer, me apuntaron nerviosos y me dijeron: “Eh tú, ¿qué haces?” Y el otro soldado respondió desde abajo: “Tranquilos, está desarmado y trae cervezas”. Así que acabamos todos bebiendo cerveza en el tejado, con las armas apuntándome: “Oye, os habéis tenido que equivocar, estoy solo en casa y estaba durmiendo, aquí no hay armas”, les decía, convencido de que, de hecho, era así. Un par de ellos miraban alrededor, como asegurándose de que esa era el edificio, y al final uno de ellos dijo: “Bueno, nos acabamos la cerveza y nos vamos”. Y así fue. Cuando mi padre y mi tío volvieron a casa, corrieron hacia mí: “¿Qué ha pasado? ¿Se han ido los soldados?” Entonces me enteré de lo que habían hecho. "Ya veréis cuando mamá vuelva de casa de la vecina y se entere”, les dije. "¡Y encima no habéis cazado ni un pájaro!"

T remataba la conversación:

“Yo me di cuenta de que mi adolescencia no había sido muy normal cuando hace poco salía del cine con unas amigas inglesas de ver una película de acción y me preguntaron: “¿Qué te ha parecido la peli?” Y yo les dije: “No está muy bien hecha, un tanque no estalla así.”  Y vi la cara con la que se me quedaron mirando.

Todos rieron y asintieron, como diciendo: “Me lo dices o me cuentas”.

W miró al reloj: “Oye, el Karaoke ya ha empezado, ¿vamos yendo?”

martes, 21 de febrero de 2012

PALESTINA: Khader Adnan en huegla de hambre por detención administrativa. ¿Qué es una detención administrativa?


La huelga de hambre del preso palestino Khader Adnan desde el 17 de diciembre en denuncia por su detención sin pruebas por parte de Israel ha concluido hoy con un acuerdo entre las partes: Adnan abandona su huelga de hambre a cambio de que su detención administrativa no sea renovada el 17 de abril.
                Los medios no han profundizado mucho en la noticia, pero su acción ha traído de vuelta al primer plano (por lo menos localmente) las famosas “detenciones administrativas” israelíes. Estos arrestos se basan en evidencia secreta y pueden ser prolongados hasta el infinito, burlándose de todas las leyes internacionales.
                Así es como funcionan, para ponerlo gráfico:
                Una centena de soldados se presenta, por lo general de noche, en casa del sospechoso con perros y arrojando bombas de sonido. Lo sacan a la fuerza, lo esposan, le vendan los ojos y lo empujan dentro del jeep. Ni a él ni a su familia se les informa de cuál es su delito o a dónde se lo llevan. El sospechoso es transportado a un centro de interrogación donde, a través de amenazas, insultos e incluso tortura, siempre sin la presencia de su abogado, se le fuerza a confesar sobre lo que sea. Según las órdenes militares israelíes, un palestino puede permanecer en detención sin pruebas hasta 90 días. En ocasiones al preso se le tiende una confesión en hebreo para que la firme, cosa que muchos hacen forzadamente sin saber lo que están firmando porque no lo entienden. En todo caso, esto es usado como prueba principal en el correspondiente tribunal militar.
                Y si no, se recurre a la “detención administrativa”, es decir: mantener a un preso hasta seis meses encarcelado en base a “evidencias secretas”. El abogado, que tiene que empezar por buscar a su defendido por todas las prisiones y centros de detención, no sabe de qué le tiene que defender, y en muchas ocasiones no puede ni siquiera hablar con el detenido (al igual que su familia) porque la prisión se encuentra en el lado israelí del muro (contraviniendo la IV Convención de Ginebra que prohíbe trasladar detenidos de territorio ocupado a territorio ocupante). Los permisos para abogado o familiares para acceder hasta el preso muchas veces son rechazados por “motivos de seguridad”.
            Después de 6 meses, la orden puede ser renovada, y así hasta el infinito.
           Khader Adnan cumplió 6 detenciones administrativas que lo mantuvieron en prisión durante un tiempo acumulado de 5 años. Esta última vez, pasó 3 semanas en un centro de interrogación antes de que comenzase oficialmente su detención administrativa. Israel lo acusa de formar parte de la Yihad Islámica, violenta y muy poco popular en Israel, Cisjordania y occidente. Sin embargo, a día de hoy no se han presentado cargos ni evidencias claras contra él y, como me decía hoy un palestino activista que en su día sufrió 2 detenciones administrativas, “si ha hecho algo malo, nada impide que tenga un juicio como todo el mundo y que se le condene por ello; lo que no aceptamos es que se encarcele a la gente porque sí.”

Niños. Según la ley israelí, un mayor de edad israelí es aquel mayor de 18 años. Según las órdenes militares que rigen en territorio ocupado, un palestino mayor de edad es aquel mayor de 16 años. En todo caso, y hasta la entrada en vigor de una nueva orden militar en julio de 2009, niños de incluso 12 años han sido jugados en tribunales militares y recibido la misma sentencia que los adultos. Con respecto a lo demás, el trato en prisión, los interrogatorios y las detenciones administrativas, pocos cambios.
                Cuando el niño por fin llega al tribunal, se le juzga según la edad que tiene al recibir la sentencia, no la que tenía cuando cometió el crimen. Es decir, si un chaval tiene 15 años cuando lo arrestan pero cumple los 16 antes del juicio, será juzgado como un mayor de edad.
                Sólo una prisión proporciona educación a los niños, aunque sólo les enseña matemáticas y humanidades; el resto de asignaturas están prohibidas por “motivos de seguridad”.

Mujeres. Añadamos a todo lo anterior acoso sexual durante los interrogatorios, trato indistinto y falta de cuidados a las mujeres embarazadas y partos encadenadas a la cama “por motivos de seguridad” y obtenemos el trato a algunas de las mujeres. Cuatro de estos casos se registraron entre 2004 y 2008.

Actualmente existen 307 prisioneros palestinos en “detenciones administrativas” israelíes y 280 niños palestinos en prisiones israelíes.

(Datos de la organización Addameer para los presos políticos palestinos y Defense Children International Palestina) 

domingo, 19 de febrero de 2012

PALESTINA: algunos israelíes se alegran de la muerte por accidente de niños palestinos


El pasado jueves -16 de febrero- un autobús que transportaba niños palestinos de una escuela de primaria y una guardería del campo de refugiados de Shufat (Jerusalén) chocó contra un camión israelí en las cercanías del check point de Qalandia, en la entrada a Ramallah. Como resultado, 5 niños y un profesor murieron y otras 40 personas resultaron heridas, aunque al principio se creyó que las víctimas habían sido muchas más.
Las condolencias se sucedieron: embajadas, organizaciones, gobiernos y particulares, incluso hubo muchos israelíes que dejaron mensajes de solidaridad en páginas web de noticias palestinas. El presidente israelí Shimon Peres y el primer ministro Benyamin Netanyahu expresaron su “pesar” por lo sucedido y anunciaron que proporcionarían “a la Autoridad Palestina cualquier ayuda que se les requiriese.” Pero  todos estos actos de buena voluntad se vieron empañados por los comentarios que algunos israelíes dejaron en diversas páginas web. Por ejemplo, en la página de Facebook de la web de noticias israelí Walla News, aparecieron estos comentarios:






(TRADUCCIONES:
-Relax, son niños palestinos… / Parece que son palestinos… Dios lo quiera… / Dios quiera que sean palestinos / Genial! Menos terroristas!!! / Solo hay niños palestinos heridos, unos diez / Gracias a Dios que son palestinos. Espero que todos los días haya un autobús como este / Relax, es un bus con niños palestinos, recemos para haya muertos o al menos heridos críticos, geniales noticias con las que empezar el fin de semana…)


Y uno piensa: “Bueno, radicales hay en todas partes, seguro que si hubiese sido al revés algún palestino radical hubiese hecho lo mismo”. Y es cierto pero, a mi modo de ver, existe una diferencia: muchos de los comentarios, tales como “muerte a los árabes, ¿por qué les ayudamos?” “¿Podemos mandar otro camión?” o “Mandaría un tráiler doble para hacer desaparecer a todos esos mierdas” aparecieron en la página de Facebook del primer ministro Benjamin Netanyahu. Y sus asesores (o él mismo) ni siquiera se molestaron en eliminarlos. Imaginemos ahora el asunto a la inversa, con la página del presidente palestino Mahmud Abbas repleta de comentarios de este tipo contra niños israelíes muertos en un accidente de tráfico. Netanyahu daría una rueda de prensa para “demostrar al mundo cómo de terroristas son los palestinos, que están aliados con Irán y que quieren provocar un nuevo holocausto en Israel”, y todo el mundo en bloque condenaría el antisemitismo.
Y la diferencia se acepta como algo tan normal. Si las noticias de la tele hablan de un “terrorista palestino”, todo el mundo acepta que seguro que el palestino era terrorista (y a lo mejor lo era, pero por si acaso no lo dudamos nunca). Pero cuando un medio se sale un poco de la línea común y acusa a un soldado del ejército israelí de terrorismo, entonces pensamos: “Espera, espera, ¿por qué lo llaman terrorista? Qué ha hecho exactamente?”
Condeno a todo aquel que utilice el terror y la muerte para conseguir sus propósitos tanto aquí como en Honolulu, venga de donde venga. Y justamente por eso, llamemos a las cosas por su nombre, independientemente de quién las lleve a cabo.
Hace poco, una alumna 4º de periodismo me preguntó: “¿Y cómo se lleva entrevistar a terroristas?” Y a mí se me ocurrió hacer un experimento sociológico. Le contesté:

“Pues como se puede, comiéndose una los higadillos para que el tío siga hablando y poder contar cómo piensa y qué el mismo se ponga en evidencia. Una vez le pregunté a uno si creía que la violencia era necesaria para conseguir sus propósitos, y él me dijo: “Sí, hay que utilizar el idioma de las armas para que se enteren bien del mensaje, de que esta es nuestra tierra”. Yo entonces le pregunté: ¿Es necesario matar a niños, mujeres y civiles inocentes?” Y él dijo: “Sí, tienen que pagar un precio alto para que vean que vamos en serio”.

La alumna me escuchaba con disgusto, y yo le dije: “Horroroso, ¿verdad? Un terrorista de tomo y lomo.” Ella asintió. Entonces yo le dije: “Pues no era un terrorista de Hamas, era un general israelí al mando de una división de tanques que participó en la guerra de Líbano de 2006 y en la masacre de Yenín en 2002.” Se quedó de lo más sorprendida. Luego le reconocí que algunos miembros de Hamas a los que había entrevistado también habían expresado sus opiniones en la misma línea (aunque tengo que decir que se preocuparon de suavizar y argumentar el mensaje un poco más). Pero lo importante no es quién hace sino qué hace. Y lo haga quien lo haga, llamemos a las cosas por su nombre y pasemos a todos por el mismo rasero. 

martes, 14 de febrero de 2012

PALESTINA: Un estado palestino en las fronteras del ingenio


Z es un joven palestino musulmán de 25 años que vive en Belén. Le faltan 3 dedos porque durante la Segunda Intifada le estalló una granada en la mano. Por aquel entonces Z y sus amigos se dedicaban a salir a la calle por las tardes a jugar al fútbol o a cualquier otra cosa simplemente para desafiar el toque de queda impuesto por Israel; era su forma de decir: “No vais a controlar nuestra vida”. A un soldado le debió de molestar la idea y ocultó un explosivo dentro de una pelota de tenis con la que los chavales habían estado jugando. Cuando Z y un amigo suyo fueron a buscar un balón que habían encalado, encontraron la pelota de tenis. “¡Mira qué suerte, y tú que pensabas que la habías perdido!” Le dijo su amigo. Z la cogió, la empezó a agitar y cuando todavía estaba diciendo “esta no es mi pelota, pesa demasiado”, se produjo la explosión.
Lejos de atemorizarlo, el acontecimiento provocó en Z más ganas aún de participar en la resistencia contra Israel. Se unía a manifestaciones y a confrontaciones con los soldados a base de pedradas, pero lo hacía a espaldas de sus padres, que no paraban de advertirle e incluso amenazarle contra cualquier tipo de activismo, como cualquier padre, “por su bien”. Z les juraba y perjuraba que no estaba participando en nada. Hasta que un día, en plena segunda intifada, Z se encontró a su padre tirando piedras contra los tanques en la misma manifestación. Los dos se miraron, sorprendidos, y el padre, remordido, dijo: “Bueno, ya está bien, vámonos a casa”. Un silencio incómodo acompañó a los dos hasta la puerta, sólo roto cuando su padre le advirtió: “¡Ni una palabra de esto a tu madre!”
El hecho de haber sido herido durante la Segunda Intifada hace casi imposible para Z conseguir un permiso para cruzar el muro y visitar Jerusalén. Incluso cuando tuvo puestos de trabajo que garantizaban el permiso para el resto de sus compañeros, a él se le negó. La razón oficial: “Z supone una amenaza para el estado de Israel”.
Sin embargo, Z no se resigna y encuentra los medios para hacer lo que quiere. Si no le dan un permiso, se las arregla sin él. Hace poco pasó tres días “de vacaciones” en Jaffa (en 1948 la cuidad palestina más grande, ahora un barrio árabe al sur de Tel Aviv). Se puso un pantalón corto, un sombrero moderno, un pendiente en la oreja y se hizo al monte por la noche. Ya por la mañana alcanzó una carretera de colonos al otro lado del muro y se puso a hacer autoestop (algo bastante común en Israel). Un colono lo recogió y lo llevó hasta Jerusalén. “Le dije que era un canadiense que había crecido en Italia, y el tío se pasó todo el viaje instruyéndome sobre lo terroristas que eran los palestinos y lo poco que merecían vivir en “su” tierra”, cuenta. De allí cogió un bus a Tel Aviv, y una vez allí se instaló en casa de un amigo en Jaffa. “Pasé tres días geniales en la playa”, asegura.


(Asentamiento de Gilo)


En otra ocasión, durante el Ramadán, Z quiso ir a Jerusalén a rezar en la explanada de las mezquitas, el tercer lugar más sagrado para el Islam tras La Meca y Medina. Volvió a esconderse durante la noche en el monte, pero esta vez fue más complicado. “Había muchos jeeps militares con focos recorriendo los alrededores y tuve que esconderme bajo un montón de excrementos para que los perros de la policía no pudiesen seguir mi rastro.” Al cabo del rato decidió encaminarse al asentamiento más cercano, Gilo, y cuando ya estaba a punto de llegar, se encontró con varios jabalíes. “No es el sitio natural donde estos animales viven, alguien los ha tenido que poner ahí para proteger la colonia”, asume. Una vez dentro de Gilo, cogió el autobús de línea israelí y se plantó en el centro de Jerusalén.
Las imaginativas incursiones de Z le han llevado a colarse en un kibutz (comuna israelí) y ponerse a cantar y tocar la guitara con los colonos, fingiendo ser italiano, o tratar de cruzar al lado israelí a nado por el Mar Muerto, algo que la policía le impidió, y de lo que él se disculpó con un “es que no me había dado cuenta, habrá sido la marea”. Está claro que tiene la técnica depurada: “Cuando estoy en el lado israelí siempre llevo mapas y libros conmigo, y si un policía me mira y veo que sospecha de mí, me acerco a él, le hablo en inglés con un acento raro y le despliego el mapa en la cara. Le digo que estoy perdido y le pido que me indique el camino. El policía pierde rápidamente el interés”. 
Z no cruza el muro con la intención de hacer daño a nadie ni de “representar una amenaza para el estado de Israel”. Simplemente, como él dice: “Si me niegan mis derechos, me los proporciono yo mismo”.

sábado, 11 de febrero de 2012

Un estado palestino en las fronteras del DJ Armin Van Buuren (parte 2)


Aunque pasado el muro ya no hay casi controles para moverse por Israel, Eilat es la excepción. Ni siquiera los permisos normales para palestinos incluyen Eilat que, por su situación fronteriza, a cuatro horas de autobús de Jerusalén, tiene un estatus diferente. Yo, por supuesto, siendo europea, puedo acceder a donde quiera y cuando quiera, al igual –dicho sea de paso- que mi colega la activista holandesa. W no me dijo que sólo tenía permiso para Jerusalén hasta llegar a destino, para no hacerme cómplice. Entonces entendí lo nervioso que se había puesto en el check point de entrada a Eilat, cuando un soldado israelí de origen etíope armado hasta los dientes se subió al autobús para ver quién había dentro. Por suerte, no pidió los documentos a nadie.
Hicimos tiempo hasta la hora del concierto evitando la pregunta “where are you from?”, que W no se podía arriesgar a contestar sin tener primero una clara idea del lugar de procedencia de su interlocutor.
Llegamos al lugar del concierto, en mitad del desierto, demasiado pronto, así que sacamos unas cervezas de la mochila y nos pusimos a charlar. “Parece mentira que haya tenido que montar todo este tinglado para venir. ¡Lo único que quiero es pasarlo bien en una fiesta de trance!” Yo, sin pensar demasiado le dije: “Tú vienes aquí ilegalmente a disfrutar de este festival y otras veces acoges a tus amigos israelíes que van a pasar la noche del sábado ilegalmente a Belén. No me parece que al conflicto le venga mal que la gente se salte las normas de vez en cuando”.
Las puertas abrieron y entramos al recinto. Un fiestón increíble. Llegamos a las primeras filas, curiosamente llenas de árabes; probablemente aquellos a los que les había resultado más difícil llegar hasta allí. 



Bailamos, saltamos, gritamos, reímos y disfrutamos como enanos durante toda la noche, sin pensar en absolutamente nada más, hasta que los primeros rayos de sol empezaron a hacer sombras en las rocas de las montañas entre las que estábamos. De vuelta en la estación de bus, los dos agotados, un tío de seguridad pasó por al lado de W, que se estaba fumando un cigarro fuera, y le preguntó sonriente: “Hey man, where are you from?” “FROM DENMARK!!” Le espetó él, cansado de la pregunta. Dentro, yo gastaba mis últimas energías en reírme de la escena.
El bus alcanzó Tel Aviv vía Bersheeva, a diferencia del de ida que había seguido la ruta del Mar Muerto, y en Tel Aviv tomamos un shirut a Jerusalén, donde W volvió a ser legal. De ahí él se fue a Belén.
A la noche, quise quedar con W y F pero W se puso enfermo y sólo vi a F, que quería saber todos los detalles de la fiesta. Empecé por la anécdota del permiso, pero él me interrumpió: “Eso me da igual, no me recuerdes que yo no lo conseguí. Dime que vosotros disfrutasteis de la fiesta a tope”. Le conté la experiencia limitándome a la fiesta. Él escuchaba atentamente, imaginándolo. “¿Sabes?” me dijo cuando concluí el relato: “Ayer cuando os fuisteis estaba tan enfadado que llamé a mi tía, que vive e Australia, y le dije que empezase a ayudarme a preparar los papeles para irme a vivir allí con ella”. Yo, asombrada, aunque pensando que sólo era un arrebato, le dije inocentemente que tampoco se quemase así, que ya habría más conciertos. “No es sólo por el concierto”, me dijo él. “Estoy harto de no poder hacer nunca nada y de depender siempre de esta mierda de sistema que tenemos aquí. He tenido la suerte de estudiar lo que quiero y de nacer en una familia solvente, pero no sirve para nada. No puedo trabajar en lo que quiero a pesar de estar preparado, no puedo progresar en nada, tuve que dejar la música porque aquí no tenía ningún futuro y estoy aquí siempre encerrado. Y para una vez que pido un permiso para ir a un concierto, no a una manifestación ni un mitin político, no lo consigo. Es sólo la gota que ha colmado el vaso. He estado retrasando el momento de hacer esto porque en el fondo me gusta el sitio donde vivo, y me gusta estar cerca de mi familia y mis amigos, pero creo que ya está bien”.  
Esto sucedió hace seis meses; a día de hoy, F ha gestionado todos los papeles y podría estar abandonando el país en un mes. Para un israelí medio, el concierto de Armin Van Buuren fue una noche de diversión. Para W y F fue mucho más que eso. W se recorrió todo el país ilegalmente, asustado, arriesgándose a ser detenido y quién sabe qué más para poder llegar hasta la fiesta después de un mes de peripecias para conseguir un permiso parcial. Y para F, no conseguirlo fue lo que le hizo decidirse a abandonar definitivamente Palestina y mudarse al otro lado del planeta, el único lugar fuera de los muros palestinos donde tiene posibilidades de ser aceptado por la correspondiente embajada. Y ninguna de las dos cosas habría sucedido si la activista holandesa hubiese conseguido boicotear el concierto. ¿Fue mejor? ¿Fue peor? Con boicot o sin boicot (y sin entrar en si es bueno o es malo), así de dependiente de los factores externos sigue siendo la vida de los palestinos. 


lunes, 6 de febrero de 2012

PALESTINA: Un estado palestino en las fronteras del DJ Armin Van Buuren (parte 1)


Un día, una activista holandesa se levantó, encendió el ordenador y descubrió que un DJ compatriota suyo iba a actuar en la ciudad israelí de Eilat. A ella, que se había pasado un par de años llevando a cabo proyectos de apoyo a los palestinos, no le hizo ninguna gracia; Armin Van Buuren, estrella mundial entre los amantes del trance, iba a dar uno de sus shows en Israel como si este fuese un país normal, como si no burlase permanentemente la legalidad internacional, como si no mantuviese a 4 millones de palestinos bajo ocupación militar, atrapados entre muros de hormigón. Van Buuren, con su presencia en el país, iba a legitimar todo ello. La activista holandesa no perdió un minuto y lanzó una campaña de mails para convencer a Van Buuren de que no actuase en Eilat.
Mientras tanto, en el lado palestino del muro, 3 palestinos de Belén fans de Armin, de los que se quedan en casa sin salir el día en que el DJ saca un disco nuevo para ser los primeros en descargárselo de la red, ideaban la manera de llegar hasta el festival. Era su oportunidad. Armin Van Buuren celebra fiestas en Ibiza, en Amsterdam, en Londres… Todos esos sitios a los que los palestinos difícilmente pueden acceder porque nunca se les concede el visado, porque el mundo no se fía de sus intenciones… Y de pronto Armin viene a Israel. “Aquí mismo”, pensaron. Despliegue de recursos, ¡hay que conseguir un permiso para entrar en Israel como sea!
Estos tres palestinos, a los que llamaremos W, M y F, son de lo más normal. El primero trabaja como comercial en una empresa de alimentos, el segundo estudia hostelería y el tercero es contable, aunque hace unos años fue un trompetista muy reconocido en sus círculos y escribía canciones para cantantes conocidos en Cisjordania. No son refugiados, ni les han demolido sus casas y, aunque han vivido dos intifadas encerrados en casa, muchos de sus familiares han estado encarcelados y muchas de sus tierras serán confiscadas por el muro dentro de poco (lo cual es común a casi todos los palestinos) nunca se han implicado fervientemente en ningún tipo de activismo. Simplemente quieren vivir su vida de la mejor manera posible; vamos, como cualquiera de nosotros.
Como dijo John Lennon, “la vida es lo que sucede mientras tú intentas hacer otros planes”. Mientras yo trabajaba en artículos y temas “más importantes”, esto es lo que ocurrió un fin de semana. Un relato de la sencilla vida diaria para reflexionar, más que para sacar conclusiones inmediatas.
Los días pasaban, la fecha de la fiesta se acercaba y los tres amigos seguían sin permiso. Una noche estábamos a las afueras de Belén tomando una cerveza y se me ocurrió sacar el tema de la campaña holandesa de boicot contra el concierto del DJ. Me provocaba curiosidad ver qué pensaban después de tres semanas devanándose los sesos para conseguir un permiso para entrar en Israel. “¿Qué?” W se enfadó. “¡Pero si es música! ¿Por qué hay que boicotearla?” Traté de explicarle la intención de la campaña de boicot: presionar a Israel y a su población contra la ocupación palestina. “Pues si en Holanda están tan preocupados por nosotros, que convenzan a su gobierno para que no dejen entrar a los israelíes a su país, ¡pero que no vengan aquí a hacer cosas raras!” respondió él. En el ambiente distendido en el que estábamos, simplemente pensé: “Bueno, es otra forma de verlo”.
Finalmente sólo W consiguió el permiso, dos días antes del concierto, y tuvo que dejar atrás a su amigo del alma F. Yo decidí que iría, así que quedamos en Jerusalén para coger el bus. Lo que yo no supe hasta más tarde, cuando ya no había remedio, es que su permiso era sólo para Jerusalén. (Fin de parte 1)



jueves, 2 de febrero de 2012

EGIPTO: Si yo fuese el ministerio de Interior, no tocaría el fútbol


Reconstruyamos: Durante la época de Mubarak el todopoderoso ministerio de Interior egipcio funcionó siempre con total libertad e impunidad. Leyes de emergencia, detenciones a placer, cargas policiales indiscriminadas… Durante la revolución, las fuerzas de seguridad, dependientes del mencionado ministerio, mataron a varios cientos de manifestantes, mientras el ejército hacía el papel de conciliador y tomaba las calles para “recuperar” la seguridad. Resultado inmediato tras la caída de Mubarak: el ejército quedó como el bueno, y las fuerzas de seguridad como los malos.
Las fuerzas de seguridad del ministerio de Interior están formadas por aquellos que fueron a cumplir el servicio militar obligatorio y no dieron la talla para ser soldados. Los militares los ven como seres inferiores y los policías, debido a ello, guardan mucho resentimiento a los soldados, especialmente después de lo que pasó durante la revolución.
Ahora es la junta militar la que gobierna el país, pero el ministerio de Interior no está acostumbrado a recibir órdenes de nadie y desde la caída de Mubarak trata de mostrar su poder y de recuperar el prestigio perdido. Y la junta militar, moldeada por el mismo patrón (o por el mismo régimen) tampoco es que ponga muchas pegas a lo que hacen. Si quieren seguir haciendo el trabajo sucio, mejor para ellos.
Entonces se celebra un partido de fútbol entre Al Masry, de la ciudad de Port Said, y Ahli, de El Cairo.


Hinchada del Ahli en un partido amistoso contra el Atlético de Madrid el pasado noviembre
(¿Quién dijo que las bengalas estaban prohibidas?)


 De antemano se sabía que podía haber peleas entre los hinchas de los dos equipos, pero casualmente no había casi policía. Y de pronto unos locos que parecen ser hinchas de Al Masry empiezan a atacar a los ultras del Ahli (que casualmente también son los mismos que fueron a lanzar fuegos artificiales en Tahrir durante las protestas del pasado noviembre, en apoyo a los manifestantes), saltan al campo, lo invaden y persiguen a hinchas y jugadores. Las puertas del estadio, por lo general abiertas, resultan estar también casualmente cerradas, y mientras la cuenta de muertos aumenta en las peleas, los embudos y las estampidas, la policía se queda mirando. Sólo media hora después, cuando todo el mal está hecho, comienzan a disparar al aire para dispersar a la multitud. Resultado: 74 muertos.
No me parece para nada casual, y se me ocurren un par de maneras de encajar las piezas, que incluso pueden complementarse: la primera, la más conspirativa, venganza por parte del ministerio de Interior y de las fuerzas de seguridad contra los los seguidores del Ahli.  “La próxima vez pensar bien si apoyáis a los manifestantes de Tahrir”. La segunda, más probable, un intento del ministerio de usar un escenario tan público como el fútbol para demostrar que “somos necesarios, y si no intervenimos, mirad lo que sucede”. Y de paso, distraer la atención de lo que sucede en Tahrir. Si la junta militar tuvo algo que ver o no, no lo sabemos, pero si lo supo seguramente lo dejó suceder, como siempre.
Pero mucho me temo que han ido a tocar la tecla menos adecuada. En un país de locos por el fútbol como es Egipto, si lo tocas y el tiro te sale por la culata, estás bien apañado. Muchos de los seguidores que murieron en ese campo quizá nunca habían pisado Tahrir o acudido a una protesta. Ahora sus familiares se preguntan por qué la policía no intervino. Y más aún, los seguidores del Ahli y los de Zamalek (rivales históricos, los Real Madrid y Barça egipcios) han iniciado hoy marchas desde sus respectivos campos, se han unido en la mitad y han llegado juntos a Tahrir, donde se han juntado con otros miles de manifestantes que en estos momentos se encuentran frente al ministerio de Interior. En esta calle y alrededores, la policía mató a 33 manifestantes en noviembre e hirió a otros cientos a base de golpes, tiros y gas lacrimógeno. ¿Tendrá ahora la policía el valor de cargar de nuevo contra la unión de hinchas y manifestantes?